miércoles, 29 de enero de 2014

3 minutos para conseguir un cliente



Por lo general no somos conscientes, pero el futuro de una relación comercial se puede decidir en los primeros 3 minutos de contacto. Muchos especialistas opinan así, y desde luego tiene su fundamento.

No cabe duda que los primeros momentos de un encuentro están marcados por una serie de características que difícilmente se podrán repetir entre las mismas personas. Examinemos cuáles son:

a) El valor de la primera impresión. Ya sé que es un tópico, pero conviene recordar que tenemos una sola oportunidad para crear una buena primera impresión. Si no lo conseguimos, cambiarla resultará difícil. 

b) La “chispa”. Pero una buena primera impresión no basta, además tiene que saltar la chispa entre ambas partes, tenemos que crear esa conexión que nos acompañará de ahí en adelante.

c) Ahora te presto atención... Es cierto, cada vez que conocemos a una nueva persona, nuestra percepción y nuestros sentidos se ponen en estado de alerta y comienzan a recoger información como locos. Este estado dura apenas unos instantes, hasta que nos hacemos  a la nueva situación y el cerebro acepta a ese nuevo participante en nuestro entorno.

d) …Y además, estoy concentrado. Nadie puede mantener un estado de permanente concentración ni  todo el tiempo al mismo nivel. Depende de muchos factores y de cada persona, pero la concentración es máxima al inicio de toda nueva experiencia.

e) Es el momento. Siendo esto así, sabiendo que nuestro cliente nos presta su atención y está concentrado, es decir, receptivo y abierto a lo nuevo, hay que aprovechar para captar su interés. Difícilmente volveremos a tener una oportunidad así.

f) Marquemos la diferencia. Si somos capaces de diferenciarnos desde los primeros minutos, estaremos consiguiendo una ventaja competitiva muy importante, ya que nuestro futuro cliente asociará otros valores a nuestra propuesta, lo cual nos permitirá destacar sobre los demás vendedores que “dicen, hacen y ofrecen todos lo mismo”.

g) Aprovecha tu energía. Cuando nos enfrentamos a un nuevo desafío, sentimos cómo nos sube la adrenalina y todos nuestros sentidos se agudizan para “entrar en combate”, enfocándose en el reto que tenemos por delante. Aprovechemos ese momento de tremenda energía para ofrecer la mejor versión de nosotros mismos y transmitirle al cliente lo que desea percibir.

h) Transmitimos más de lo que pensamos. Es durante los primeros minutos cuando más información se intercambia, en especial a nivel no verbal; vestuario, gestos, actitudes, educación, todo cuenta, y por eso es tan importante que lo aprovechemos para crear el clima apropiado y preparar el escenario de trabajo. Pero cuidado, ir derechos al grano puede generar la actitud contraria.

i) Una sonrisa equivale a una invitación. No se trata de contar un chiste nada más entrar, pero para mí una sonrisa equivale a una alfombra que me tienden para entrar. Es la señal de salida y sé que he logrado derribar las primeras barreras.

Difícilmente podremos identificar las necesidades del cliente en los primeros 3 minutos. Pero si nos concentramos en preparar un escenario en el que se encuentre cómodo, y percibe que delante tiene a un profesional capaz de aportarle las soluciones que está buscando, habremos recorrido la mitad del camino para conseguir un nuevo cliente.




jueves, 23 de enero de 2014

¿Dónde demonios está la máquina de café?


Vivimos tiempos de grandes cambios. Cambian los entornos económicos, las estructuras familiares, las formas de relación social, los mecanismos de compra y de manera muy especial, las fórmulas de comunicación. La tecnología nos ha permtido un desarrollo que la mayoría no éramos capaces de imaginar hace un par de décadas. Vivimos por tanto en un entorno de permanente cambio, donde el cambio en sí es la única constante. Y las empresas también tienen que evolucionar para adaptarse a las nuevas reglas del juego, introduciendo cambios en sus modelos de gestión, estructuras, estrategias y fórmulas de comunicación y venta.
 
Recupero hoy un artículo que publiqué hace casi 15 años en el describía cómo gestionar estos cambios dentro de la organización para que fueran implantados de una manera eficiente. He querido respetar su forma original, ya que sigue siendo bastante válido...

 
PERO, …¿DÓNDE ESTÁ LA MÁQUINA DE CAFÉ?
 
Seguramente nos cueste reconocerlo, pero la verdad, no nos gustan los cambios. Y no me refiero a cambios en nuestra trayectoria profesional; si no más bien a los que se producen en nuestro entorno habitual de trabajo. Da igual que se trate de implementar una nueva estrategia de negocio, aplicar nuevos procedimientos, o un simple cambio de ubicación de la máquina de café. Todo cambio nos genera siempre una reacción de inseguridad, y muchas veces una resistencia al mismo. Nadie puede negar lo mal que sienta ir a por un café y encontrarse con que la máquina ya no está donde estaba “toda la vida”. La reacción es inevitable:

-          “¿Dónde demonios estará ahora?, o, ¿de quién habrá sido la brillante idea?”,

Estas serán, sin duda, las primeras preguntas que nos planteamos. Y casi de inmediato empezamos a mirar a un lado y a otro, desesperados, buscando algún indicio sobre su paradero. Si tenemos suerte, coincidiremos con algún compañero que se mostrará tan desconcertado y sorprendido como nosotros. Entonces, la tarea de localizar la máquina se convierte ya en un proyecto de trabajo en equipo, que requerirá toda nuestra atención durante los próximos minutos.

Enseguida nos recorre una sensación de hormigueo por la espalda, acompañado de un cierto nerviosismo, que nos lleva a preguntar a todo el mundo:

-          “¿Alguien sabe qué ha pasado con la maldita máquina de café?”.

Al final, siempre aparece ese “alguien” que nos informa sobre el nuevo paradero, pero por el camino hemos recogido multitud de respuestas distintas:

-          “Se habrá roto”,
-          “Creo que la iban a cambiar por otra más moderna”,
-          “Se la han puesto a los de informática, que trabajan hasta muy tarde…”
-          “La han quitado porque salía muy cara,…¡cosas del financiero, ya sabes!”

Cuando al final aparece, un piso más arriba, la encontramos rodeada de gente que realiza todo tipo de comentarios sobre el nuevo emplazamiento. ¡Jamás se ha hablado tanto sobre la máquina de café!. Y lo mejor viene cuando nos preguntan sobre nuestro parecer. Escupimos con contundencia la respuesta:

-          “No sé. ¡Cómo a mí nunca me preguntan!”.

En definitiva, una circunstancia de tan escaso relieve nos tiene avinagrados durante varias horas. Por no decir días, que es lo que tardamos en acostumbrarnos a subir un piso más.

Pues imaginemos qué ocurre cuando el cambio que se desarrolla es de mayor trascendencia. Cuando se plantea cualquier cambio en una organización, sea éste de la naturaleza que sea, hemos de prever que se van a producir unos movimientos y unas reacciones muy concretas. Saber reconocerlos nos ayudará a planificar el cambio y a ejecutarlo con éxito. De lo contrario, lo más fácil es que nos encontremos con síntomas como:


·       Resistencia al cambio, debido a experiencias anteriores negativas que ponen en entredicho las razones del mismo. “Total, esto no va a servir para nada”.
·   Miedo e inseguridad porque el cambio pueda afectar a nuestras competencias, estatus, poder, o a la propia estabilidad de nuestro puesto de trabajo. “¿Cómo quedaré después?”.
·      Dudas sobre la necesidad de un cambio, ya sea por defecto o ausencia de información, falta de formación, etc.
·      Dudas sobre qué hacer ante el cambio, cómo he de actuar, o qué se espera de mí durante esta etapa.
·        Imitación de comportamientos, aparición de rumores y especulaciones, etc.

Estas reacciones se originan porque lo primero que pensamos es que el cambio nos va a perjudicar, cuando no tiene porque ser así. Todo esto enturbia el clima laboral, se producen tensiones, enfrentamientos, etc., y al final lo que conseguimos es generar, precisamente lo que no queremos, es decir, actitudes contrarias a todo cambio.

De cada diez cambios que se originan, solo uno llega a buen fin. Por eso hay que establecer un proceso que podemos resumir en las siguientes fases:

a)    PREPARACIÓN: Básicamente supone crear una actitud favorable hacia el cambio.
a.   Informando de lo que se pretende, cuáles son las razones y los objetivos. El cambio solo tendrá éxito si los afectados lo entienden como necesario.
b.    Demostrando la confianza en el mismo, predicando con el ejemplo. Nada se consigue si quien conduce el cambio no se implica en el proceso.
c.   Potenciando la participación de la gente. Esto les ayudará a percibir el cambio como algo propio y positivo.

b)    EJECUCIÓN: es el momento de implementar el cambio.
a. Anunciando el inicio y estableciendo los canales de comunicación adecuados para controlarlo, contrarrestar los rumores, y en definitiva, gestionar la información que se origine.
b.   Dando el tiempo suficiente para asimilar la nueva situación. Si el cambio implica varias etapas, hay que articularlo en fases.
c.    Limitándolo a lo necesario, sin complicarlo con aspectos no críticos.

c)    CONSOLIDACIÓN: Hay que garantizar que el cambio se ha llevado a cabo y permanece:
a.    Proporcionando información sobre los resultados y mejoras obtenidas.
b.    Reconociendo las acciones y la participación de la gente.
c.    Estableciendo acciones de refuerzo que nos ayuden a consolidarlo.

Como vemos, gestionar un cambio y llevarlo a cabo con éxito no es tarea fácil. Exige, ante todo, identificar muy bien lo que queremos y planificar su proceso de implantación de una manera abierta y participativa, no vaya a ser que después de todo el esfuerzo realizado, la máquina de café vuelve otra vez en su emplazamiento original y continúe entorpeciendo el paso.



sábado, 18 de enero de 2014

¿Estás haciendo lo correcto para vender más?


Abraham Lincoln dijo una vez que si le dieran 6 horas para cortar un árbol, pasaría las 4 primeras afilando el hacha. La verdad que esta reflexión resulta interesante para todas aquellas personas cuya ocupación requiera una planificación previa. Y las ventas lo requieren, sin duda.

¿Cuántas veces has sentido que no tienes tiempo para hacer todo lo que quieres? Hay llamadas pendientes de ser realizadas, materiales por preparar, pedidos que pasar y coordinar, documentación que enviar, emails que contestar, informes, reuniones, etc., y parece que el tiempo se escapa y no es suficiente para atender todo. 

Como toda actividad humana, el éxito no es algo casual. Me refiero a tener buenos resultados de manera habitual. Una acción concreta puede ser fruto del azar, pero para tener éxito, en nuestro caso para ser un vendedor que alcanza o sobrepasa sus objetivos de forma regular, hace falta planificar previamente, es decir, preparar el trabajo que se va a realizar. Muchas veces nos dejamos llevar por el día a día y nos pasamos la jornada apagando fuegos y atendiendo varios frentes a la vez. Cuando eso ocurra es el momento de parar y preguntarnos si estamos dando los pasos en la dirección correcta. Porque si prestas un poco de atención verás que los buenos vendedores, los auténticos números 1, no hacen nada si no saben que eso les va a reportar buenos resultados. No se obsesionan con hacer muchas cosas, llegar a muchos sitos. Se preocupan más bien por hacer las cosas de manera inteligente; preparar esa presentación, conseguir esa reunión con una determinada persona, o asegurarse que una incidencia en concreto se resuelve de manera satisfactoria. Por tanto, recordando a Lincoln, asegurémonos que preparamos bien nuestro trabajo. 

He aquí algunas ideas que te pueden ayudar:

1.- Asegúrate que dedicas tiempo suficiente a la prospección y captación de nuevos clientes. Sólo así conseguirás que tu cartera crezca de manera eficiente. Haz de ello un hábito de trabajo.
2.- Traza un plan individual para cada cliente. Analiza su evolución y ten muy claro qué le vas a contar cada vez que le visites.
3.- Establece tus prioridades y no dejes lo más importante para el final.
4.- Emprende a primera hora las tareas que más te disgusten, menos te motiven o más te preocupen. Una vez te las quites de encima, te sentirás mejor y más motivado el resto del día.
5.- Analiza los pasos que vas a dar y cuestiónate cómo actúas. El que las cosas se hayan hecho siempre de una forma determinada no significa que deban hacerse siempre igual.
6.- Y procura hacer cada día una visita más, o una llamada más de las que tenías pensado.

La improvisación y el éxito rara vez van de la mano