miércoles, 11 de noviembre de 2015

No me averguenzo de mis fracasos


El fracaso es inevitable. Pero el éxito depende de cómo nos recuperemos de cada fracaso


Parece que nuestro entorno socio-cultural no acepta fácilmente el fracaso; crecemos, nos formamos y trabajamos para triunfar. Ese es el resultado que se espera de nosotros, y si no lo conseguimos, nos sentimos mal. Tal vez no sea tanto una cuestión de cómo nos percibe el mudo exterior, si no que lo que nos angustia es esa sensación interior de haber hecho las cosas mal. ¡Grandísimo error!

Obviamente, no podemos meter todos los errores en el mismo saco. La falta de pasión, constancia o de planificación seguramente nos llevará a perder muchas ventas. Pero en ocasiones el triunfo se nos resiste incluso cuando ponemos todo lo mejor de nosotros. Esas cosas pasan, no siempre el éxito sigue al trabajo bien hecho.

No se trata de realizar una venta puntual, o de conseguir “ese” contrato tan deseado; me refiero al éxito profesional de una manera continuada. Es decir, el éxito que conlleva convertirse en un buen profesional, comprometido con sus resultados  y del que se sabe que alcanzará, sino superará, sus objetivos de una manera sistemática. 

Este tipo de profesionales, ¿tienen algo en común?

Pues si, por lo general han tenidos que superar muchos traspiés y muchas frustraciones. Y difícilmente han alcanzado el triunfo a la primera. Seguro todos ellos han fracasado muchas veces. Pero es precisamente la forma en la que han afrontado sus fracasos y las lecciones que han aprendido de ellos, los que les permite salir reforzados, intentarlo de nuevo y triunfar. 

El fracaso va a llegar, seguro. Por tanto, lo que de verdad tenemos que preguntarnos es cómo vamos a gestionarlo

Esperar los fracasos
Realmente no existen atajos ni fórmulas mágicas para evitar los malos resultados. Van a llegar y hay que estar preparados, sin pensar que son algo negativo sino más bien una oportunidad para crecer, aprender y hacer las cosas mejor la siguiente vez.
Muchos profesionales buscarán excusas para justificar su situación, pero al hacerlo no se dan cuenta que están perdiendo el control y aceptando su situación de “perdedores”. 


No convertir un fallo puntual en una excusa permanente
El carácter de cada uno es lo que confiere la determinación para intentar los retos una y otra vez.
A nadie le gusta perder. Pero las personas que salen adelante tienen muy claro que para ganar hay que levantarse nuevamente después de cada tropiezo y jamás creer que no quedan más opciones. 


Aprendamos la lección… y hagamos las cosas de forma diferente.
Un fracaso se convierte realmente en un obstáculo negativo si no sacamos una lección de ello. Debemos preguntarnos qué salió mal y cuál fue la razón. ¿Acaso dejamos alguna objeción sin rebatir? ¿O es que no somos constantes a la hora de hacer el seguimiento? ¿O tal vez no teníamos claras las necesidades del cliente?
Sólo así podemos superar un mal resultado y convertirlo en un activo positivo para hacer las cosas mejor la siguiente vez. Por tanto dediquemos algo de tiempo a estudiar en qué podemos mejorar nuestro sistema de trabajo.

No debemos culpar a los demás
La vida no es justa y es cierto que algunas personas encuentran más dificultades que otras paraconseguir sus metas. Y también es cierto que algunas personas facilitan los resultados más que otras. Pero ¿conseguimos algo echando la culpa a los demás? Por desgracia nada va a cambiar por mucho que pensemos que el fracaso se debe a otras personas, ya sea nuestro jefe, un compañero o el propio cliente.

Es conocido el caso de 2 gemelos separados a la edad de 14 años, cuyo padre era alcohólico. Un programa de TV los reunió 30 años después, y mientras uno había seguido los pasos de su padre y había arruinado su vida por culpa del alcohol, el otro era un miembro activo de la comunidad. Y cuando el entrevistador les preguntó por qué había llegado cada uno a su respectiva situación, la respuesta de ambos fue exactamente la misma: “¿y qué quieres, cómo podías esperar otra cosa teniendo en cuenta el padre que tuve?”.
Echar las culpas a otros es algo natural, pero mientras uno de los gemelos echaba la culpa a la situación vivida con su padre, el otro había utilizado dicho ejemplo para precisamente hacer algo diferente con su vida. Así que podemos pasar horas culpando a los demás, sin que nada cambie, o invertir ese tiempo en continuar e intentarlo de nuevo. 

Porque ese es el truco, plantar cara al fracaso y seguir. Seguramente, cada fracaso nos acerca más al éxito.